miércoles, 28 de abril de 2010

LOS ELEGIDOS DEL DRAGON




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LOS ELEGIDOS DEL DRAGÓN

1- Introducción

2- Hiperbórea

3- Los hiergo-gamos y el sexo sagrado


“Tú no eres hijo de tu padre: tu padre es un lobo blanco”.


1- Introducción

La mitología antigua nos habla de seres mágicos y enigmáticos, mundos poblados por criaturas fantásticas, hijos de los dioses, mitad humanos y mitad divinos, héroes y guerreros sobrehumanos capaces de pulverizar los estrechos márgenes de la realidad en que se hallan encadenados los seres humanos corrientes.

Cuando nace Alejandro Magno su madre, iniciada en los misterios del dios Dionisos, reclamaba que su hijo había sido engendrado por Zeus-Amón, quien se unió a ella encarnado en una serpiente.

La leyenda merovingia relata que la madre de Meroveo fue fecundada por un reptil marino.

El rey Arturo pertenecía al linaje de los Pendragón (“Cabeza de Dragón”).

El dragón, el reptil, es el poder del Bien, pero también del Mal. En el antiguo Egipto lo vemos en el simbolismo de la serpiente benéfica de las cosechas y en la serpiente del caos.

Hasatán, según el Zohar judío simboliza el mal y la tendencia maligna en el ser humano, pero las sectas gnósticas la veían como encarnación de Cristo, la serpiente del conocimiento, y la representaban como una serpiente crucificada.

La idea es que el veneno de la serpiente es también un antídoto. Así, el anillo es símbolo de la serpiente cósmica que se muerde la cola dibujando una espiral de anillos, como las serpientes entrelazadas del caduceo de Hermes. Su veneno mata pero también sana.

La serpiente convertida en anillo es un emblema del poder real de origen celeste del antiguo Egipto.

El judío, como “pueblo elegido” de Jehová, trataría de usurpar y adulterar este legado. Aquí habríamos de situar la invención de mitos modernos referentes a el “legado mesiánico”, que han sido llevados a novelas como “El código Da Vinci”, de tan sospechoso “éxito”. Estas invenciones literarias tienen como finalidad crear en la masa humana la idea de que el judío es “el pueblo elegido” y mesiánico de “Dios-Jehová”. Recordemos que los gnósticos identifican a Jehová con Satanás.

La estirpe de dioses que descienden del cielo –anunnakis sumerios, neters egipcios, “Hijos de dios” en Génesis 6– y se unen a las mujeres para engendrar un linaje de origen divino viene a referirse a los “Ángeles caídos”.


2- Hiperbórea

Indagando sobre estos dioses o hijos de dioses, venimos a parar, una vez más, a las puertas de Hiperbórea.

Los constructores de megalitos europeos, que se cree pueden tener hasta diez mil años de edad, fueron hiperbóreos supervivientes de la Atlántida que erigían templos y canalizaban las energías telúricas. Estos templos eran centros donde se desarrollaba el conocimiento religioso y científico. Las poblaciones nómadas que se asentaron en las inmediaciones de esos centros iniciáticos, habrían recibido de los hiperbóreos conocimientos que contribuyeron al proceso de asentamientos agrícolas con sus artes y ciencias a lo largo de toda Europa Occidental.

Pocas dudas pueden existir de que durante algún tiempo en la antigüedad, el santuario de los griegos conocido domo Electris era parte de una red global de centros de iniciación y que, a nivel general, influyó en la totalidad del hemisferio occidental. Era tierra sagrada de los hiperbóreos donde las Hespérides protegían las manzanas doradas de la inmortalidad que crecían en el Árbol del Mundo.

Los relatos de la mitología sitúan en los santuarios como Electris el origen y el papel de portadores de la cultura. En la Grecia clásica los hiperbóreos fueron el modelo de sabiduría, serenidad y virtudes estéticas; eran reverenciados como fundadores de la civilización griega.

Electris fue un centro chamánico de alta magia que no estaba habitado por hombres tribales vulgares de la prehistoria sino por familias de la élite Cromañón, poderosos maestros-chamanes y Señores del Polo; guardianes de un lugar sagrado prohibido a las tribus de cazadores-recolectores que habitaban las tierras salvajes. Esta raza de Señores, generaría un sin fin de historias imponentes y sobrenaturales.

Los atenienses asignaron a los hiperbóreos el papel de portadores de la cultura iniciática, tal como lo hiciera Platón con los dioses que fundaron la Atlántida. Platón sabía que los dioses de la mitología eran “humanos” y de vez en cuando citaba a Hesíodo, quien en una época anterior se había referido a ellos como “la raza dorada que vino en un principio”. Platón afirma en sus diálogos Timeo y Critias, que esta raza antigua había fundado la Atlántida, y los iguala a los Titanes, los “viejos dioses” que mandaban en el universo antes de los dioses Olímpicos, quienes en el amanecer del tiempo, se habían repartido la tierra entre sí, para que cada clan divino reinara en una porción de ella.

Los diálogos del Critias, donde se cuenta cómo los diez reyes-sacerdotes se reunían periódicamente para celebrar el sacrificio del toro, la pieza central de su culto, nos recuerdan los misterios de Mitra. Así mismo, podemos entrever en este rito el origen de las actuales corridas de toro, una enorme similitud evolucionada por el tiempo y las circunstancias. La muerte del toro, es la victoria del espíritu sobre el propio ser demiúrgico del iniciado y su transmutación:

“Su reinado y la comunidad estaban regidos por las normas de Poseidón, veneradas en la ley y grabadas por los primeros reyes en un pilar de oricalco en el templo de Poseidón, que se hallaba en medio de la isla... Antes de cualquier juicio, ellos realizaban la ceremonia siguente: había en el templo de Poseidón varios toros que vagabundeaban en libertad. Los diez reyes (...) entraban solos y empezaba la caza del toro, usando mazas y lazos, pero ninguna arma de metal; y cuando lo atrapaban, le cortaban el cuello sobre el pilar para que el flujo de sangre cayera sobre la inscripción.”

La ceremonia estaba seguida de un festejo en el cual las extremidades del toro se consagraban a Poseidón, después de lo cual los diez reyes se sentaban dispuestos a juzgar al pie del pilar; una práctica que nos recuerda los Aesir que se sentaban a juzgar al pie del Yggdrasil.


3- Los hierogamos y el sexo sagrado

Siguiendo este detalle genealógico, hallamos el gran orden dinástico, es decir, la aristocracia racial que vino a mantener los centros de sabiduría a través del mundo. Este fue el canal de la cadena de transmisión espiritual que atravesó los siglos. El modus operandi de esta dinastía era la hierosgamía, o la unión sexual sagrada, una institución que comenzó probablemente hacia el fin de la última Edad del Hielo, cuando apareció el concepto de realeza.

Diodoro nos relata que la isla de los hiperbóreos era un lugar especialmente sagrado, rico en metales preciosos con los que la gente adornó un magnífico templo dedicado a Apolo, donde pasaban días de festejos, mientras hermosas doncellas bailaban y cantaban a la música de la lira y el laúd. En el interior del edificio se hallaba el pilar de Atlas que sostenía el cielo y allí también se celebraba la hierogamía o el rito de casamiento divino entre dioses y mortales, uno de los misterios sagrados de la Era Megalítica. Eurípides llamó a la isla el lecho nupcial de Zeus, pues en su jardín más recóndito, Leto, una doncella mortal nacida en la isla, según una versión de la historia, tuvo del dios dos mellizos, Apolo y Artemisa. En otra versión, Leto era una titán, una de las antiguas diosas de la Grecia prehelénica.

Podemos encontrar restos arqueológicos de los hierosgamos en diversas partes del mundo. Sellos sumerios encontrados en la ciudad de Lagash, que se desarrolló en el III milenio a.C., muestran a un sacerdote del templo que oficia, con el ceremonial debido, el acoplamiento sagrado de una alta sacerdotisa y el rey. Para el segundo, el acto, si es bien desempeñado, debe tener el efecto de una iniciación espiritual. En este rito se halla una larga tradición de yoga sexual. La transmisión de las energías superiores por este método, realizado por una adepta con el objetivo de mejorar la realeza, tuvo el poder efectivo de una ciencia eugenésica y capaz de crear unos cambios fisiológicos y psicológicos profundos en la línea genética real. Nos referimos al aspecto más oculto del Tantra Yoga.

El sufrimiento humano como ser caído y el despertar de kundalini en toda su riqueza, teje de manera invisible todas nuestras mitologías. La alusión de la biblia judía a los Hijos de Dios que se aparearon con las hijas de los hombres, es un eco distante de esta práctica sagrada por medio de la cual, en el curso de rituales mágicos, mujeres iniciadas en los misterios eran concebidas por seres divinos, dando a luz a hombres de renombre que más tarde llegaron a ser reyes-sacerdotes de inigualable sabiduría.

De tal linaje mixto nace Atlas. En la leyenda griega, este se sitúa en una línea de diez reyes y reinas que comienza con Urano y continúa con Poseidón, Atlas, Electra y seis descendientes más. Se dice que cada uno de ellos nació de un dios y de una mortal (o viceversa), que construyeron una ciudad y trajeron las artes de la civilización a las tribus nómades que se hallaban hundidas en la ignorancia. Como vemos, la historia de la Atlántida recobra un tema bien conocido por la tradición hiperbórea.

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